
Daiko, un perro a todo dar…
2021/04/20 a las 3:24 AMLuis Vélez Molina no requiere de ayudantes en su taller de mecánica automotriz de la parroquia Río Chico, (Portoviejo, Manabí). Hay muchas cosas que a veces no tiene al alcance de la mano, pero eso no representa ningún problema porque Daiko se encarga de llevárselas al momento, esté donde esté.
Tiene apenas dos años y medio, pero su aprendizaje de las tareas cotidianas, tanto «laborales» como domésticas, ha sido tan eficiente que en el barrio lo conocen como el «perro maravilla».
Y es que quien lo ve actuar realmente queda maravillado con lo que hace nada más al recibir la orden de su dueño.
«Tráigame, por favor, un aceite 40». Y Daiko se levanta con su pelaje crema -un tanto sucio por la grasa-, acude a la bodega y trae el recipiente con el aceite requerido. Según los otros mecánicos del taller, puede identificar el aceite 40 del 20-50, aunque eso no se lo pudo comprobar.
Lo que sí se pudo verificar es que, por ejemplo, cuando le piden que lleve una escoba y una pala para recoger la basura, lo hace al instante; cumplido su uso, los va a dejar en el mismo lugar donde los encontró.
Asimismo, en una demostración de apego familiar, cuando Luis le pide que vaya donde don Washington, su papá (el abuelo, le dice), lo hace sin tardanza; también donde su mamá, doña Deifilia. Se sienta junto a ellos y aguarda cualquier orden para interrumpir su postura fiel.
A ambos los reconoce, aunque solo le hace caso a Luis. Incluso con la comida, solo recibe alimentación de su dueño. Por más que alguien le dé un pollo asado o cualquier otra comida llamativa, no la acepta.
NO HA RECIBIDO ENTRENAMIENTO
Daiko, según su dueño, nunca ha recibido entrenamiento de ningún adiestrador, su preparación es parte de la convivencia diaria, una que empieza en su misma casa, donde come la comida de todos -las pepas lo engordan demasiado- y termina en el taller, a 50 metros de allí, donde cumple una jornada laboral como todos los demás.

El perro es de la raza Golden Retriever y hubo que ir a verlo a Manta, de donde era su dueño original. Luis tuvo otro cachorro, pero un mal vecino lo envenenó.
Al caer la noche, cuando termina la jornada o cuando es preciso ir a hacer cualquier trámite a otro lugar, Daiko se sube a la moto. Pero si lo hace sin el respectivo casco, Luis le dice que así no lo puede llevar, que ya sabe lo que tiene que hacer, que no lo haga perder tiempo.
Entonces, presuroso, el perrito va en busca del casco -uno que es exclusivo para él- para que Luis se lo coloque y de un solo salto se ubica muy bien sobre el tanque de la gasolina.
Lo único que falta es que, cumplida la jornada laboral, cierre las puertas del taller y les eche candado.
Ya en casa, o en el mismo taller, cuando Luis se lamenta de que está cansado, Daiko corre a ver un taburete de madera para que su dueño repose; si tiene molestias para caminar o hace como si las tuviera, le alcanza un bastón, cualquier cosa que necesite.
De más está decirlo, el perro es totalmente pacífico, no ladra ni gruñe a los desconocidos; cuando se lo acaricia, se echa cuan largo es a recibir las muestras de cariño vengan de parte de quien vengan. (I)